Artículo para el Diario de Mallorca 1 de junio de 2015
“Ya estoy cansado que todo sea tan complicado”, me comentaba mi querido amigo y compañero Joan Company mientras asistíamos, la semana pasada, a unas jornadas sobre novedades fiscales para 2015. Todos los asistentes compartíamos aquella mirada que el pueblo judío ofreció a Moisés cuando éste mostró los diez mandamientos a los pies del monte Sinaí.
La exposición mostraba en lo que se ha convertido nuestro sistema fiscal; algo enrevesado y sobre todo muy complicado. Basta observar el manual de la renta de cada año; El de este año, correspondiente a 2014, tiene más de mil páginas cuando el de 2009 no alcanzaba las 780.
La casualidad no suele existir y llegar a un sistema tributario donde se carga comparativamente más a las rentas del trabajo y actividades económicas en beneficio de rentas del ahorro no se crea en un periodo electoral ni en dos, sino precisa un periodo más largo de tiempo.
Hace casi un año, junto a Carles Manera y Ferran Navinés, ofrecimos en la universidad de Cádiz una ponencia bajo el título “Ciclo económico y crisis (1910-2010)” donde pudimos demostrar, con datos de contabilidad nacional, que todo este devenir procede de introducir intencionadamente un modelo económico determinado, cuya tendencia estaba encaminada hacia posiciones de desequilibrio y, por tanto, de desigualdad. Conclusiones muy en línea con las que Thomas Piketty alcanza con datos fiscales. Un ejemplo de lo anterior, es el empecinamiento en recomendar la rebaja salarial como camino para aumentar la productividad laboral omitiendo su efecto negativo sobre el consumo. En la misma línea se enmarca el último informe de la OCDE. Pero que nadie se llame a engaño. No se ha de entender lo anterior como estar a favor de una carta libre a aumentos desbocados de salarios, pero sí vinculados a índices que mantengan niveles de capacidad de compra de los consumidores. Evidentemente que en periodos de crisis todos los factores de producción se han de ajustar el cinturón pero, en la misma medida, también juntos se lo han de aflojar.
Estamos en medio de un sistema fiscal cuyo fin es recaudatorio, como no podía ser de otra forma; pero que debido a la crisis se ha tornado ambiciosamente recaudatorio y, por ello, precisa de una complejidad que esconda este adjetivo. Ejemplo de ello lo encontramos con facilidad. Así, a par tir de 2015 los tipos del IRPF bajan, pero a los autónomos se les limita la deducción por gastos de difícil justificación a un máximo de 2.000 euros cuando hasta 2014 no tenían limitación. En cuanto a la tributación de las ganancias patrimoniales, ésta reduce también tipos pero a cambio se han eliminado los coeficientes de abatimiento
y de actualización lo que convertirá en sangrante la gestión patrimonial de inmuebles antiguos. En sociedades, también reducen tipos pero a cambio han dejado en testimonial el capítulo de deducciones, ya de por sí poco atractivo a las PYME, verdaderas generadoras de empleo. Todo ello sin mencionar que tenemos un impuesto sobre sociedades pensado en las grandes, muy grandes empresas y de “pasar por caja a puerta fría” para PYMES.
Todo lo expuesto,también forma parte de la explicación del terremoto electoral que hemos vivido y del que su resaca nos ha permitido observar, en primera persona, la enorme genialidad de algunos seres humanos en mostrar que su realidad individual y paralela a la del resto de los mortales, es la que vale, cuando la realidad colectiva marca que se han de hacer las cosas de manera muy diferente.
En lo que a Joan y a mí corresponde, se precisa con urgencia una simplificación coherente y una seguridad normativa de la legislación fiscal. No es de recibo que la que soportan ciudadanos y empresas se asiente sobre leyes y reales decretos exprés, reformas, contrarreformas y reformas de contrarreformas, muchos de ellas publicadas con precipitación, sin apenas desarrollo reglamentario y que dejan lagunas del tamaño del lago Titicaca que causan inseguridad jurídica. Como ejemplo, el que todavía colea del tratamiento de los rendimientos de las retribuciones de los socios administradores, tanto desde IRPF como IVA.
Creo que ha quedado “meridianamente claro” el mensaje de la ciudadanía, que reclama que se hagan las cosas de forma diferente y que la dispersión del voto también significa que no hay alternativa única que utilizando el caballo blanco de Santiago, nos venga a salvar del desastre. Todo lo contrario; ahora que todas las formaciones políticas se están reuniéndo para alcanzar pactos de gobernabilidad, lo han de tener claro. Joan, espero lo consigan.
Francisco Javier Franconetti
Director oficina Palma